Teoría del Rimland, de John Spykman, en la que se sustenta la actual política de contención estadounidense. |
Leyendo "El Gran Tablero de Ajedrez" de Zbigniew Brzezinski uno podía prever el conflicto de Ucrania hace diecisiete años. Siguiendo a Alexander Duguin, hace prácticamente diez años, uno ya podía estar convencido de que este choque iba a tener lugar. En 2009 Duguin afirmó que las elecciones nacionales de 2010 iban a ser las últimas en producirse en el seno de una Ucrania unida y que la Guerra Civil estaba próxima; exactamente así ha sucedido. Por aquel entonces estaba en marcha el conflicto de Georgia, durante el cual el geoestratega instó a la anexión de Crimea a Rusia. Estamos en 2014 y Crimea ha sido anexada. Parece ser que ambos analistas, Brzezinski y Duguin, son los artífices de la política exterior de sus respectivos Imperios. Brzezinski está detrás de Obama, Duguin está detrás de Putin. Según afirma Dugin en la entrevista que hay a continuación (minuto 25:18), en 2005 los dos sostuvieron una charla en Washington. Quién iba a saber mejor que Duguin, pues, que la guerra civil era inevitable.
Emblema del Movimiento Euroasiático Internacional. |
Duguin a la derecha, cruzado de brazos, junto a a otros miembros del MEI. |
En este contexto, la OTAN lleva a cabo una expansión hacia el este acompañada de la formación de un bloque Trans-Atlántico constituido por los Estados Unidos y los eventuales Estados Unidos de Europa ("La cabeza de puente democrática"). La instauración de este bloque se va a ver accelerada por las crecientes tensiones con Rusia entorno a Ucrania y por el actual ascenso al poder en la Comisión Europea de un espía de América, Jean-Claude Junker, quien probablemente ayudará a que se concreten los procesos de independencia -como el catalán, el escocés o el vasco-, promovidos por Alemania y Estados Unidos a lo largo de todo el viejo continente.
Dentro de este mismo plan, de forma inherente a la confección de un vasto tratado de libre comercio entre Norteamérica y Europa, se concibe el traspaso de capitales desde los estados europeos hacia EE.UU en detrimento de las poblaciones del oeste de Eurasia. Un modo de conseguirlo: la crisis del euro, el corralito de Chipre (que puede servir como antecedente para otros países).
El objetivo a largo plazo es arrastrar a Rusia hacia su esfera de influencia, democratizarla y europeizarla; y la manera de lograrlo es incorporando a Ucrania a la OTAN y la UE. En última instancia acabarían integrando a Rusia, China, India, Japón y a todo el megacontinente bajo el paraguas de un Sistema de Seguridad Trans-Euroasiático (TESS), preludio inmediato de la formación de "Un Nuevo Orden Mundial" gobernado por los anglosajones.
Rusia, por su lado, hace exactamente lo mismo; su meta es construir para 2030 la llamada "Gran Europa" - con Portugal al este, Islandia y Noruega al norte, Turquía al sur y Rusia Oriental al oeste-, empezando por el establecimiento de su propia Unión Europea, la Unión Euroasiática, que abarca Rusia, Bielorrusia y Kazajistán (Nursultán Nazarbayev, presidente de Kazajistán desde el colapso de la URSS hasta la actualidad, fue el primer impulsor de la UEA).
Construir el Imperio Euroasiático, pero, requiere de una Ucrania rusa que permita al Estado-civilización eslavo ser europeo y asiático a la vez. Sin ella acabaría confinado a Asia, inmerso en todo tipo de desgastadores conflictos con sus vecinos auspiciados por el enemigo. Su objetivo, por lo tanto, es expulsar a Norteamérica de Eurasia y para ello clama a la unión de las demás naciones del mundo bajo las consignas de "Un Nuevo Orden Internacional" y "Un Mundo Multipolar", con el fin de hacer frente al atlantismo.
A este mismo fin van destinados los proyectos Nord y South Stream impulsados desde Gazprom, que durante años han tenido que rivalizar con la versión estadounidense, ahora fracasada, Proyecto Nabucco. Nord y South Stream aumentarán significativamente la dependencia europea del gas ruso, produciendo un inevitable acercamiento de los países de la UE, especialmente Alemania, hacia la órbita del estado euroasiático. Para América, como ya estamos viendo, es de vital importancia sabotearlos.
Los signos de esta guerra los vemos en todas las partes del globo: la agresión contra Yugoslavia, Afganistán, Iraq, Libia y Siria, el proyecto de Oriente Medio Ampliado -con la consecuente partición de Iraq en tres estados (la creación del Estado Islámico está pensada para acrecentar el sentimiento nacionalista islámico en contra de Rusia y China, tal y como advierte Brzezinski en su libro "El Gran Tablero de Ajedrez) y un posible futuro análogo para Arabia Saudita-, la lucha por los recursos de Asia Central y África, el plan desestabilizador en Venezuela y Brasil, el ataque económico a Argentina, las crecientes tensiones por las disputas entorno a las islas del Mar Meridional y Oriental de China, las recientes masacres en Xinjiang, los históricos acuerdos entre Rusia y China, el avance inexorable del BRICS...
Las consecuencias de esta épica batalla y de las políticas particulares de cada bando, no obstante, resultan ser curiosamente siempre las mismas: "el surgimiento de una cooperación institucionalizada verdaderamente internacional", que diluye el concepto de Estado-Nación y hace a unas regiones del mundo cada vez más dependientes de otras, de modo tal que solo una estructura supranacional, a ser posible mundial, pueda administrarlas.
Respecto a Ucrania, tanto Brzezinski como Duguin concuerdan en que a Putin ya no le queda otra opción que intervenir:
Según la perspectiva de Duguin, Rusia ya ha probado sin éxito todas las vías pacíficas posibles para resolver el conflicto. Para detener el genocidio es necesario, según opina, defender Nueva Rusia mediante el envío de ayuda humanitaria, el despliegue en el territorio de unas "fuerzas de la paz" y la imposición de una zona de exclusión aérea (propuesta compartida por el comunista pro-eurasianista Gyennady Zyuganov). En otras palabras, invadir Ucrania. Por que si ante la ventaja militar de Ucrania en Nueva Rusia a los ultranacionalistas se les ocurriera agredir a Crimea, puesto que ahora es rusa, habría que declarar la guerra. Y precisamente este plan, recuperar Crimea, es el que está en mente del presidente Poroshenko.
From left: Peter Sutherland, Sadako Ogata, Zbigniew Brzezinski, Paul Volcker,
David Rockefeller.
(25th Anniversary, New York, Dec. 1, 1998. Source:
Trilateral Commission).
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Observando los acontecimientos sucedidos en el país desde la gestación del conflicto hasta ahora, podemos ver que ha sido diseñado para desgastar a Rusia, para ser duro y prolongado, y que por lo tanto el objetivo de Brzezisnski es conducir a Putin hacia la opción militar. Por eso todas las vías alternativas para solucionar el problema, tal y como relata Duguin, han resultado infructuosas. Por eso en Ucrania el nacionalismo alentado por la OTAN es de cariz anti-ruso y los miembros del gobierno simpatizantes nazis. Por eso las provocaciones hechas por los dirigentes de Ucrania son constantes y su modo de actuar -la masacre de Odesa, los "campos de filtración"...- da continuos motivos a Rusia para que de un paso al frente; pues es todo premeditado y, sin importar el bienestar de sus habitantes, empujan al país a convertirse en un nuevo Afganistán. El destino de sus gentes está servido.
Si los acontecimientos suceden tal y como dictaminan estos dos analistas podremos estar mucho más seguros de que, en efecto, son ellos los que se encargan de dirigir los movimientos de sus respectivas potencias (Sería conveniente, entonces, encontrar a su homólogo chino, algo más difícil de conseguir debido a la gran barrera cultural que nos separa de China -empezando por la lengua-).
La intervención militar y la aplicación de las correspondientes sanciones contra Rusia tendrían como consecuencia una rotura definitiva de las relaciones entre ésta última y Occidente. Los medios de masas se verían forzados a proclamar oficialmente el inicio de una Nueva Guerra Fría. Esta Guerra, pero, no sería para nada fría, pues el antiguo equilibrio que mantenía la correlación de fuerzas años atrás ya no existe y, como ya hemos visto, los propósitos tanto de un oponente como del otro son de expansión y conquista. A partir de aquí podríamos esperar una escalada progresiva de las tensiones a nivel internacional con el paso de los años. La polarización del globo en dos bloques empezaría a ser cada vez más evidente y la anarquía y el caos se apoderarían de él; la agravación de la crisis financiera y el empobrecimiento de la población, el auge de los patriotismos, el retorno a la retórica agresiva y belicista de antaño, la aparición de nuevos conflictos, la exacerbación y el rebrote de los que se encuentran latentes...
Entre los múltiples conflictos latentes existentes tiene especial relevancia el de Taiwán. Una anexión por la fuerza de la isla por parte de China desencadenaría inevitablemente una confrontación con los EE.UU. Dada la política de contención que está siguiendo América y la patente coalición antihegemónica que China está optando por formar con Rusia, el conflicto en Taiwán podría tener repercusiones mucho mayores de las esperadas. Con el tiempo, ante el surgimiento de un nuevo Imperio Celestial hostil y agresivo, conflagraciones similares podrían desencadenarse con Japón entorno a las islas Diaoyu/Senkaku o Con Corea del Sur, EE.UU y Japón respecto a Corea del Norte. Lo mismo en cuanto al resto de vecinos con los que China mantiene disputas territoriales, que son numerosas. En definitiva, una implicación de China en un conflicto contra los EE.UU durante el transcurso de la guerra de Ucrania y de los nuevos frentes que vayan surgiendo en las fronteras de Rusia (como levantamientos musulmanes o una posible revolución en San Petersburgo) podría dar inicio a una Tercera Guerra Mundial.
Estamos viviendo, pues, la confrontación entre Eurasia y el bloque Transatlántico o Oceanía, motivo por el cual Dugin explica que el conflicto en Ucrania no es un mero enfrentamiento entre EE.UU y Rusia sino que forma parte de La Guerra de Continentes. Todo esto, -la guerra de continentes, las ambiciones imperialistas de ambos bandos, la Doctrina Manifiesto y el eurasianismo, el auge del patriotismo ruso y los nacionalismos, la geopolítica y la geoestrategia...- será por supuesto lo que estudiarán en las escuelas y las universidades de historia del futuro. En realidad, pero, no es más que un pretexto histórico sobre el cual basar la guerra. Tanto las motivaciones reales como el objetivo que las impulsan son bien distintos: se trata de un proceso dirigido y coordinado por los científicos de Pyramid Transnational para la creación de Un Mundo Feliz.
Cada vez empieza a ser más evidente la respuesta a la pregunta formulada en el artículo "Las elecciones de Hugo Chávez de 1.998" sobre por qué la élite estaría dividiendo América Latina en dos. Si el objetivo de la conflagración que se avecina es establecer un Estado Mundial, ningún país ha de poder escaparse del conflicto, pues se trata de una guerra de quinta generación dirigida contra la población y no contra el pseudoenemigo. Si Suramérica no estuviera dividida no podría verse involucrada en el enfrentamiento. Esa puede ser la razón por la que una buena porción de América Latina (además de que las colisiones incitan a la cooperación y al emergimiento de estructuras supranacionales como UNASUR y CELAC), que como mencionamos en el artículo "Las Guerras no son reales: el Ordo ab Chao" pertenece a Oceanía según el modelo geopolítico de Orwell, forma parte actualmente de Eurasia, en alianza con Estasia. Ha de ser ésta la misma razón por la que Europa, que según el modelo de 1.984 es parte de Eurasia, pertenece hoy en día a Oceanía. Si estuviera conformando Eurasia no podría haber conflicto en Europa ni Tercera Guerra Mundial, ya que su detonante, geopolíticamente hablando, ha de ser la lucha por el Pivote del Mundo. El modelo de Eric Blair (inviable si la guerra fuera real) está diseñado para que las guerras entre bandos no puedan ser devastadoras y para que sean perpetuas. Mientras que el modelo que existe hoy en la realidad está diseñado para La Última Guerra.
Según diversos analistas aereoespaciales, en 2016 podría efectuarse un ataque nuclear relámpago contra Rusia y China que dejaría a ambos inhabilitados para contestar de forma efectiva. Inmediatamente se haría uso del escudo antimisiles con el fin de frenar la respuesta enemiga, aunque probablemente no se conseguirían parar todos los proyectiles. Estén en lo cierto o no, al menos es muy significativo el hecho de que hace tan solo unos meses muchos de los encargados de apretar el botón rojo -hombres que no lo apretaron durante todo el transcurso de la Guerra Fría- hayan sido destituidos tras una campaña de propaganda en la que se les acusa de posesión de drogas y fraude en los exámenes de capacitación. Un ataque de este tipo, como el descrito en 1.984, permitiría la detonación controlada de bombas nucleares sobre objetivos cuidadosamente escogidos, al estilo Ozymandias en "Los Vigilantes", en caso de que la guerra fuera ficticia. Tanto la Primera Guerra Mundial como la Segunda lo fueron, por lo que no hay motivos para pensar que ésta, suponiendo que se diera, no lo vaya a ser también. Si así fuera, sería una guerra larga y desgarradora, diseñada para reducir significativamente la población mundial -y que por lo tanto implicaría grandes hambrunas, guerra química y bacteriológica- y capaz de sumir a las personas en un estado de desesperación tal que desearan con ansias la llegada de la estabilidad y la paz globales. Lo que vendría después, el Estado Mundial, podría darse de diversas formas:
1) El escenario futuro más realista sería el descrito por Bertrand Russell: Los Estados Unidos conquistan el mundo y establecen la plutocracia mundial. Con el tiempo la plutocracia es substituida mediante grandes revoluciones, el Imperio Americano desaparece y se da paso a un Nuevo Orden Mundial. Este esquema, hecho público por Russell en 1.931, se ha estado cumpliendo a la perfección desde entonces y está siendo dirigido en la actualidad por Brzezinski, tal y como él mismo declara en su libro "El Gran Tablero de Ajedrez". El modelo de Russell implica que la Guerra Mundial (que involucraría la detonación controlada de bombas nucleares en ciertos puntos del globo previamente escogidos, según el plan descrito por Orwell en 1.984 y por los analistas aereoespaciales sobre el ataque a China en 2016-) la ganarían los EE.UU, que terminarían estableciendo el nuevo mundo tras su victoria, antes de desfallecer desangrados por las heridas sufridas durante el enfrentamiento.
2) Un segundo escenario sería una variante del primero: EE.UU conquista el mundo, pero no hay una guerra mundial convencional. Solo se produce una Nueva Guerra Fría, con devastadores conflictos localizados y revoluciones ficticias pensados para desgastar y contener al enemigo, dejando que éste se derrumbe por sus propias debilidades. En este contexto es mucho más lógica la táctica aplicada por los EE.UU de rodear a Rusia y China, en vistas de mantener su supremacía mundial durante el tiempo suficiente como para poder dar paso al Nuevo Orden Mundial.
"A largo plazo, las políticas globales tenderán a ser cada vez más incompatibles a la concentración de poder hegemónico en manos de un único Estado. De ahí que los Estados Unidos no sólo son la primera y la única verdadera superpotencia global sino que, probablemente, serán también la última. [...] Por consiguiente, una vez que el liderazgo estadounidense empiece a declinar, es improbable que algún Estado individual pueda ostentar la actual preeminencia global estadounidense. Así pues, la pregunta clave que habrá que plantearse es la siguiente: ¿Qué legado durable de su supremacía dejarán los Estados Unidos al mundo? [...] Así, pues, en el curso de las próximas décadas podría surgir una estructura efectiva de cooperación global basada en las realidades geopolíticas que pasaría gradualmente a ostentar el cetro del actual "príncipe regente", que por el momento está cargando con el peso de la responsabilidad de asegurar la estabilidad y la paz mundiales. El éxito geoestratégico de esa causa representaría un legado adecuado de los Estados Unidos en su papel de primera, única y verdadera superpotencia global." - Capítulo 7, El Gran Tablero de Ajedrez.
En cualquiera de los dos casos Rusia acabaría fragmentándose en tres partes y finalmente sería democratizada e integrada al bloque transatlántico. Algo semejante ocurriría con China, que sería incluida en un sistema equivalente al europeo en Asia Oriental. Todos estos sistemas quedarían subordinados por el Sistema de Seguridad TransEurioasiático, que despejaría el camino para el establecimiento del Mundo Feliz. El mayor inconveniente ligado a ambos modelos sería el de la inestabilidad y los rencores generados por la guerra, incompatibles con la República Mundial. La población del planeta estaría poco cohesionada; una proporción muy significativa del planeta se vería obligada a degustar el amargo sabor de la derrota y a acatar la dominación enemiga. Además, no existiría entre la plebe el estado de ánimo más adecuado para aceptar la llegada del Gobierno Mundial. Aunque, después de todo, la situación podría revertirse en cuestión de generaciones mediante el uso de la propaganda.
4) Finalmente, cabe la posibilidad de un último escenario, mucho menos probable; tras el surgimiento de Eurasia, Estasia y Oceanía, los tres superestados se mantienen en una guerra ficticia perpetua. Este es el modelo de Orwell ilustrado en 1.984, más conveniente para un mundo más arcaico en el que, a diferencia del de ahora, no existieran los medios necesarios para administrar la bola a través de un único Estado. Lo que hace tan improbable este escenario es que no encaja con el objetivo de la élite de hacer emerger un Estado Mundial.
El ataque a China está planeado según el Pentágono para 2017. Si se decide llevar a cabo, probablemente se retrasará. Los planes, que son dinámicos, suelen demorarse, posponerse e incluso cancelarse según los obstáculos que vayan surgiendo, circunstancias imprevistas o disputas internas. El plan de ataque directo a Siria, que al final se ha suspendido, llevaba postergándose durante años. La desintegración de Irak, que ahora está teniendo lugar, estaba planeada inicialmente para 2003. La Guerra Mundial, por ende, también puede retrasarse. Personalmente no creo que lo haga por muchos años, pues el Estado Mundial es un objetivo mayor, una meta primordial. Quizá sea por eso mismo que Gianroberto Casaleggio, el masón detrás de Beppe Grillo, haya puesto como fecha el año 2020.
Dicho esto, aclaro que todos los escenarios imaginarios aquí expuestos, al igual que todas las previsiones para el conflicto de Ucrania, son meras predicciones que uno puede desarrollar a partir de los planes oficiales y los acontecimientos de actualidad, pero que en ningún momento tienen por que ocurrir ni mucho menos. El objetivo principal de formularlas es comprobar de aquí en adelante la proporción de aciertos, para averiguar cuánto hay de correcto en el modelo de visión del mundo propuesto. Si las previsiones no se cumplen significa o bien que falta información importante, o bien que alguna de la información utilizada es incorrecta, o bien que el proceso lógico realizado es erróneo. De lo contrario, sabremos que hemos hallado la verdad.
La intervención militar y la aplicación de las correspondientes sanciones contra Rusia tendrían como consecuencia una rotura definitiva de las relaciones entre ésta última y Occidente. Los medios de masas se verían forzados a proclamar oficialmente el inicio de una Nueva Guerra Fría. Esta Guerra, pero, no sería para nada fría, pues el antiguo equilibrio que mantenía la correlación de fuerzas años atrás ya no existe y, como ya hemos visto, los propósitos tanto de un oponente como del otro son de expansión y conquista. A partir de aquí podríamos esperar una escalada progresiva de las tensiones a nivel internacional con el paso de los años. La polarización del globo en dos bloques empezaría a ser cada vez más evidente y la anarquía y el caos se apoderarían de él; la agravación de la crisis financiera y el empobrecimiento de la población, el auge de los patriotismos, el retorno a la retórica agresiva y belicista de antaño, la aparición de nuevos conflictos, la exacerbación y el rebrote de los que se encuentran latentes...
Entre los múltiples conflictos latentes existentes tiene especial relevancia el de Taiwán. Una anexión por la fuerza de la isla por parte de China desencadenaría inevitablemente una confrontación con los EE.UU. Dada la política de contención que está siguiendo América y la patente coalición antihegemónica que China está optando por formar con Rusia, el conflicto en Taiwán podría tener repercusiones mucho mayores de las esperadas. Con el tiempo, ante el surgimiento de un nuevo Imperio Celestial hostil y agresivo, conflagraciones similares podrían desencadenarse con Japón entorno a las islas Diaoyu/Senkaku o Con Corea del Sur, EE.UU y Japón respecto a Corea del Norte. Lo mismo en cuanto al resto de vecinos con los que China mantiene disputas territoriales, que son numerosas. En definitiva, una implicación de China en un conflicto contra los EE.UU durante el transcurso de la guerra de Ucrania y de los nuevos frentes que vayan surgiendo en las fronteras de Rusia (como levantamientos musulmanes o una posible revolución en San Petersburgo) podría dar inicio a una Tercera Guerra Mundial.
Estamos viviendo, pues, la confrontación entre Eurasia y el bloque Transatlántico o Oceanía, motivo por el cual Dugin explica que el conflicto en Ucrania no es un mero enfrentamiento entre EE.UU y Rusia sino que forma parte de La Guerra de Continentes. Todo esto, -la guerra de continentes, las ambiciones imperialistas de ambos bandos, la Doctrina Manifiesto y el eurasianismo, el auge del patriotismo ruso y los nacionalismos, la geopolítica y la geoestrategia...- será por supuesto lo que estudiarán en las escuelas y las universidades de historia del futuro. En realidad, pero, no es más que un pretexto histórico sobre el cual basar la guerra. Tanto las motivaciones reales como el objetivo que las impulsan son bien distintos: se trata de un proceso dirigido y coordinado por los científicos de Pyramid Transnational para la creación de Un Mundo Feliz.
Cada vez empieza a ser más evidente la respuesta a la pregunta formulada en el artículo "Las elecciones de Hugo Chávez de 1.998" sobre por qué la élite estaría dividiendo América Latina en dos. Si el objetivo de la conflagración que se avecina es establecer un Estado Mundial, ningún país ha de poder escaparse del conflicto, pues se trata de una guerra de quinta generación dirigida contra la población y no contra el pseudoenemigo. Si Suramérica no estuviera dividida no podría verse involucrada en el enfrentamiento. Esa puede ser la razón por la que una buena porción de América Latina (además de que las colisiones incitan a la cooperación y al emergimiento de estructuras supranacionales como UNASUR y CELAC), que como mencionamos en el artículo "Las Guerras no son reales: el Ordo ab Chao" pertenece a Oceanía según el modelo geopolítico de Orwell, forma parte actualmente de Eurasia, en alianza con Estasia. Ha de ser ésta la misma razón por la que Europa, que según el modelo de 1.984 es parte de Eurasia, pertenece hoy en día a Oceanía. Si estuviera conformando Eurasia no podría haber conflicto en Europa ni Tercera Guerra Mundial, ya que su detonante, geopolíticamente hablando, ha de ser la lucha por el Pivote del Mundo. El modelo de Eric Blair (inviable si la guerra fuera real) está diseñado para que las guerras entre bandos no puedan ser devastadoras y para que sean perpetuas. Mientras que el modelo que existe hoy en la realidad está diseñado para La Última Guerra.
Según diversos analistas aereoespaciales, en 2016 podría efectuarse un ataque nuclear relámpago contra Rusia y China que dejaría a ambos inhabilitados para contestar de forma efectiva. Inmediatamente se haría uso del escudo antimisiles con el fin de frenar la respuesta enemiga, aunque probablemente no se conseguirían parar todos los proyectiles. Estén en lo cierto o no, al menos es muy significativo el hecho de que hace tan solo unos meses muchos de los encargados de apretar el botón rojo -hombres que no lo apretaron durante todo el transcurso de la Guerra Fría- hayan sido destituidos tras una campaña de propaganda en la que se les acusa de posesión de drogas y fraude en los exámenes de capacitación. Un ataque de este tipo, como el descrito en 1.984, permitiría la detonación controlada de bombas nucleares sobre objetivos cuidadosamente escogidos, al estilo Ozymandias en "Los Vigilantes", en caso de que la guerra fuera ficticia. Tanto la Primera Guerra Mundial como la Segunda lo fueron, por lo que no hay motivos para pensar que ésta, suponiendo que se diera, no lo vaya a ser también. Si así fuera, sería una guerra larga y desgarradora, diseñada para reducir significativamente la población mundial -y que por lo tanto implicaría grandes hambrunas, guerra química y bacteriológica- y capaz de sumir a las personas en un estado de desesperación tal que desearan con ansias la llegada de la estabilidad y la paz globales. Lo que vendría después, el Estado Mundial, podría darse de diversas formas:
1) El escenario futuro más realista sería el descrito por Bertrand Russell: Los Estados Unidos conquistan el mundo y establecen la plutocracia mundial. Con el tiempo la plutocracia es substituida mediante grandes revoluciones, el Imperio Americano desaparece y se da paso a un Nuevo Orden Mundial. Este esquema, hecho público por Russell en 1.931, se ha estado cumpliendo a la perfección desde entonces y está siendo dirigido en la actualidad por Brzezinski, tal y como él mismo declara en su libro "El Gran Tablero de Ajedrez". El modelo de Russell implica que la Guerra Mundial (que involucraría la detonación controlada de bombas nucleares en ciertos puntos del globo previamente escogidos, según el plan descrito por Orwell en 1.984 y por los analistas aereoespaciales sobre el ataque a China en 2016-) la ganarían los EE.UU, que terminarían estableciendo el nuevo mundo tras su victoria, antes de desfallecer desangrados por las heridas sufridas durante el enfrentamiento.
2) Un segundo escenario sería una variante del primero: EE.UU conquista el mundo, pero no hay una guerra mundial convencional. Solo se produce una Nueva Guerra Fría, con devastadores conflictos localizados y revoluciones ficticias pensados para desgastar y contener al enemigo, dejando que éste se derrumbe por sus propias debilidades. En este contexto es mucho más lógica la táctica aplicada por los EE.UU de rodear a Rusia y China, en vistas de mantener su supremacía mundial durante el tiempo suficiente como para poder dar paso al Nuevo Orden Mundial.
"A largo plazo, las políticas globales tenderán a ser cada vez más incompatibles a la concentración de poder hegemónico en manos de un único Estado. De ahí que los Estados Unidos no sólo son la primera y la única verdadera superpotencia global sino que, probablemente, serán también la última. [...] Por consiguiente, una vez que el liderazgo estadounidense empiece a declinar, es improbable que algún Estado individual pueda ostentar la actual preeminencia global estadounidense. Así pues, la pregunta clave que habrá que plantearse es la siguiente: ¿Qué legado durable de su supremacía dejarán los Estados Unidos al mundo? [...] Así, pues, en el curso de las próximas décadas podría surgir una estructura efectiva de cooperación global basada en las realidades geopolíticas que pasaría gradualmente a ostentar el cetro del actual "príncipe regente", que por el momento está cargando con el peso de la responsabilidad de asegurar la estabilidad y la paz mundiales. El éxito geoestratégico de esa causa representaría un legado adecuado de los Estados Unidos en su papel de primera, única y verdadera superpotencia global." - Capítulo 7, El Gran Tablero de Ajedrez.
En cualquiera de los dos casos Rusia acabaría fragmentándose en tres partes y finalmente sería democratizada e integrada al bloque transatlántico. Algo semejante ocurriría con China, que sería incluida en un sistema equivalente al europeo en Asia Oriental. Todos estos sistemas quedarían subordinados por el Sistema de Seguridad TransEurioasiático, que despejaría el camino para el establecimiento del Mundo Feliz. El mayor inconveniente ligado a ambos modelos sería el de la inestabilidad y los rencores generados por la guerra, incompatibles con la República Mundial. La población del planeta estaría poco cohesionada; una proporción muy significativa del planeta se vería obligada a degustar el amargo sabor de la derrota y a acatar la dominación enemiga. Además, no existiría entre la plebe el estado de ánimo más adecuado para aceptar la llegada del Gobierno Mundial. Aunque, después de todo, la situación podría revertirse en cuestión de generaciones mediante el uso de la propaganda.
3) Un tercer escenario podría ser el descrito por Wells. Tras los devastadores años de una guerra prolongada y sangrienta, la detonación controlada de varias bombas nucleares y la inminente destrucción de la humanidad conducen a los diferentes actores internacionales a dejar a un lado sus diferencias y proclamar, en una cumbre en Brissago, la formación del Estado Mundial.
Este modelo es mucho más fantasioso y difícil de tragar. Carecería de sentido histórico; sería difícil de comprender para las masas de cada bando una rendición pactada de este tipo. La gran ventaja que presenta, en cambio, es que crearía las condiciones idóneas en la mente de los individuos para la implantación del nuevo mundo y ninguna de las partes habría de catar el sabor de la derrota; todo el mundo estaría feliz y la sociedad mundial emergería mucho más motivada y unida.
Este modelo es mucho más fantasioso y difícil de tragar. Carecería de sentido histórico; sería difícil de comprender para las masas de cada bando una rendición pactada de este tipo. La gran ventaja que presenta, en cambio, es que crearía las condiciones idóneas en la mente de los individuos para la implantación del nuevo mundo y ninguna de las partes habría de catar el sabor de la derrota; todo el mundo estaría feliz y la sociedad mundial emergería mucho más motivada y unida.
4) Finalmente, cabe la posibilidad de un último escenario, mucho menos probable; tras el surgimiento de Eurasia, Estasia y Oceanía, los tres superestados se mantienen en una guerra ficticia perpetua. Este es el modelo de Orwell ilustrado en 1.984, más conveniente para un mundo más arcaico en el que, a diferencia del de ahora, no existieran los medios necesarios para administrar la bola a través de un único Estado. Lo que hace tan improbable este escenario es que no encaja con el objetivo de la élite de hacer emerger un Estado Mundial.
El ataque a China está planeado según el Pentágono para 2017. Si se decide llevar a cabo, probablemente se retrasará. Los planes, que son dinámicos, suelen demorarse, posponerse e incluso cancelarse según los obstáculos que vayan surgiendo, circunstancias imprevistas o disputas internas. El plan de ataque directo a Siria, que al final se ha suspendido, llevaba postergándose durante años. La desintegración de Irak, que ahora está teniendo lugar, estaba planeada inicialmente para 2003. La Guerra Mundial, por ende, también puede retrasarse. Personalmente no creo que lo haga por muchos años, pues el Estado Mundial es un objetivo mayor, una meta primordial. Quizá sea por eso mismo que Gianroberto Casaleggio, el masón detrás de Beppe Grillo, haya puesto como fecha el año 2020.
Dicho esto, aclaro que todos los escenarios imaginarios aquí expuestos, al igual que todas las previsiones para el conflicto de Ucrania, son meras predicciones que uno puede desarrollar a partir de los planes oficiales y los acontecimientos de actualidad, pero que en ningún momento tienen por que ocurrir ni mucho menos. El objetivo principal de formularlas es comprobar de aquí en adelante la proporción de aciertos, para averiguar cuánto hay de correcto en el modelo de visión del mundo propuesto. Si las previsiones no se cumplen significa o bien que falta información importante, o bien que alguna de la información utilizada es incorrecta, o bien que el proceso lógico realizado es erróneo. De lo contrario, sabremos que hemos hallado la verdad.