John Stuart Mill (1.806-1.873) fue un político, filósofo y economista londinense. Trabajaba para la Compañía Británica de las Indias Orientales (CBIO), corporación del Imperio Británico que llegó a gobernar sobre una quinta parte de la población mundial. La India se encontraba bajo el control absoluto de dicha compañía que fue la principal responsable de las Guerras del Opio. Uno de sus miembros más destacados era William Huntington Russell, perteneciente a la poderosa familia Russell (Bertrand Russell, Samuel Russell, el fundador de Los Testigos de Jehová Charles Taze Russell...) y fundador junto a Alphonso Taft (padre de William Howard Taft) de la sociedad secreta que dirige los Estados Unidos de América, Skull & Bones (George Bush, John Kerry, Robert Kagan -marido de Victoria Nuland-, familias Rockefeller, Morgan, Harriman...). El abuelo de Franklin Delano Roosvelt era Warren Delano, Jr., Jefe de Operaciones de la Russell & Company. Como curiosidad cabe destacar que Grand Union Flag, la primera bandera de los Estados Unidos tras lograr supuestamente su independencia, es la bandera de la CBIO.
Stuart Mill, liberalista, empirista y positivista, es considerado el mayor exponente del utilitarismo. Fue el principal discípulo de Jeremy Bentham, padre de esta doctrina filosófica y diseñador del Panóptico.
El utilitarismo es la corriente que defiende que la finalidad de toda acción humana es lograr la felicidad y que define como útiles a aquellas acciones que nos permiten alcanzarla. Tan importante es la felicidad de un individuo como de otro -y distinta su percepción de ella- por lo que a la hora de valorar el grado de utilidad de una acción debe tomarse siempre como referencia la felicidad de la mayoría. Este pensamiento queda bien reflejado en una frase que solía emplear Bertrand Russell: el objetivo del ser humano es obtener "El mayor bien para el mayor número de personas". Del mismo modo, una acción será considerada como moralmente buena o mala según sus consecuencias; Si los resultados de una acción permiten obtener una mayor felicidad para una mayor cantidad de gente, podremos decir entonces que son principalmente buenos y que la acción ha sido útil y a la vez moralmente correcta.
El principio moral de la utilidad ha de estar regulado, según Mill, por una Ley Universal de Utilidad. Distinguiendo los placeres más superficiales e inferiores, como los sensuales y animales, de los más elevados, como los de la razón, establece que la oportunidad de poder crecer a nivel personal ha de ser la unidad de medida para valorar el grado de felicidad existente en una sociedad. Es decir, cuanto más gente pueda optar a desarrollar su consciencia más felicidad se habrá alcanzado. Ello implica que, para lograr un mayor bienestar social, las necesidades vitales de la población han de quedar cubiertas y que ésta ha de poder satisfacerlas sin apenas malgastar tiempo y esfuerzo.
"Es mejor ser un humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser un Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho, y que si el necio o el cerdo son de diferente opinión, se debe únicamente a que sólo conocen su propio lado de la cuestión, mientras que el otro término de la comparación conoce ambos lados." - El utilitarismo, cit., p. 55.
De todo esto se deduce que, si lo que pretendemos es actuar de una forma útil para la sociedad, deberemos tener en cuenta la felicidad de los demás. Así pues, la pregunta que surge es la siguiente: ¿Cómo actuar sin afectar al bienestar de los que nos rodean cuando nuestras acciones pueden tener consecuencias negativas sobre su felicidad? La respuesta más adecuada que es inevitable incidir sobre la felicidad del resto, pero que será necesario establecer límites a la libertad de cada uno para que no interfiera con la de sus semejantes y evitar en la medida de lo posible que tal situación se dé. Los límites a la libertad individual deberán ser definidos por el Estado, que está al cargo de las leyes y la política. Es comprensible decir, por lo tanto, que la acción política también irá dirigida al mismo fin, a conseguir la mayor felicidad social posible, y que las leyes tendrán que regirse por el mismo principio de utilidad.
Se distinguen así dos esferas en el ámbito de la sociedad: la esfera pública y la esfera privada. La esfera privada será aquella en la que los actos de la persona no afectan directamente a nadie más que a ella; aquella en la que el individuo no puede ser considerado responsable de la infelicidad de sus congéneres por actos que solo le conciernen a él (v.g. el suicidio). La esfera pública, en cambio, será aquella en la que los actos cometidos atenten directamente contra la libertad y felicidad de los demás.
La labor del Estado ha de ser regular la convivencia y evitar que los sujetos puedan sobrepasar los límites de su libertad a costa de la del resto, pero no habrá de ser jamás paternalista ni tomar decisiones por el individuo que se encuentren dentro de la esfera privada. Su poder deberá estar limitado para que no pueda actuar en interés propio en contra del de la sociedad en su conjunto. Por esa misma razón, prosigue, la democracia es el mejor sistema político, precisamente por tener en cuenta la felicidad de la mayoría.
De lo aquí expuesto surge un gran dilema de difícil solución; y es que a la práctica definir qué pertenece a la esfera pública y qué pertenece a la esfera privada es muy complicado, hasta el punto que uno podría llegar defender que en realidad tales esferas no existen: en una sociedad democrática donde se respeten los derechos del ser humano y la igualdad como la defendida por Stuart Mill, ¿Tiene derecho una persona a conducir sin el cinturón de seguridad puesto? Si sufriera un accidente y resultara herida grave con lesiones de por vida por no llevar el cinturón, ¿No tendría que pagarle la pensión de incapacidad permanente y todos los gastos asociados la comunidad en su conjunto? ¿No le arruinaría la vida a sus familiares? ¿Y no ocurre algo semejante cuando una persona decide fumar o drogarse? ¿Debe interferir el Estado? Entonces, ¿Hasta qué punto puede entrometerse la sociedad en la vida del individuo?
Vea también: "La aventura del pensamiento: Bertrand Russell", "La aventura del pensamiento: David Hume", "La aventura del pensamiento: Auguste Comte", "La Perspectiva Científica", "El sesgo de realidad", "Philip Dru: Administrator: a Story of Tomorrow".
Stuart Mill, liberalista, empirista y positivista, es considerado el mayor exponente del utilitarismo. Fue el principal discípulo de Jeremy Bentham, padre de esta doctrina filosófica y diseñador del Panóptico.
El utilitarismo es la corriente que defiende que la finalidad de toda acción humana es lograr la felicidad y que define como útiles a aquellas acciones que nos permiten alcanzarla. Tan importante es la felicidad de un individuo como de otro -y distinta su percepción de ella- por lo que a la hora de valorar el grado de utilidad de una acción debe tomarse siempre como referencia la felicidad de la mayoría. Este pensamiento queda bien reflejado en una frase que solía emplear Bertrand Russell: el objetivo del ser humano es obtener "El mayor bien para el mayor número de personas". Del mismo modo, una acción será considerada como moralmente buena o mala según sus consecuencias; Si los resultados de una acción permiten obtener una mayor felicidad para una mayor cantidad de gente, podremos decir entonces que son principalmente buenos y que la acción ha sido útil y a la vez moralmente correcta.
El principio moral de la utilidad ha de estar regulado, según Mill, por una Ley Universal de Utilidad. Distinguiendo los placeres más superficiales e inferiores, como los sensuales y animales, de los más elevados, como los de la razón, establece que la oportunidad de poder crecer a nivel personal ha de ser la unidad de medida para valorar el grado de felicidad existente en una sociedad. Es decir, cuanto más gente pueda optar a desarrollar su consciencia más felicidad se habrá alcanzado. Ello implica que, para lograr un mayor bienestar social, las necesidades vitales de la población han de quedar cubiertas y que ésta ha de poder satisfacerlas sin apenas malgastar tiempo y esfuerzo.
"Es mejor ser un humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser un Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho, y que si el necio o el cerdo son de diferente opinión, se debe únicamente a que sólo conocen su propio lado de la cuestión, mientras que el otro término de la comparación conoce ambos lados." - El utilitarismo, cit., p. 55.
De todo esto se deduce que, si lo que pretendemos es actuar de una forma útil para la sociedad, deberemos tener en cuenta la felicidad de los demás. Así pues, la pregunta que surge es la siguiente: ¿Cómo actuar sin afectar al bienestar de los que nos rodean cuando nuestras acciones pueden tener consecuencias negativas sobre su felicidad? La respuesta más adecuada que es inevitable incidir sobre la felicidad del resto, pero que será necesario establecer límites a la libertad de cada uno para que no interfiera con la de sus semejantes y evitar en la medida de lo posible que tal situación se dé. Los límites a la libertad individual deberán ser definidos por el Estado, que está al cargo de las leyes y la política. Es comprensible decir, por lo tanto, que la acción política también irá dirigida al mismo fin, a conseguir la mayor felicidad social posible, y que las leyes tendrán que regirse por el mismo principio de utilidad.
Se distinguen así dos esferas en el ámbito de la sociedad: la esfera pública y la esfera privada. La esfera privada será aquella en la que los actos de la persona no afectan directamente a nadie más que a ella; aquella en la que el individuo no puede ser considerado responsable de la infelicidad de sus congéneres por actos que solo le conciernen a él (v.g. el suicidio). La esfera pública, en cambio, será aquella en la que los actos cometidos atenten directamente contra la libertad y felicidad de los demás.
La labor del Estado ha de ser regular la convivencia y evitar que los sujetos puedan sobrepasar los límites de su libertad a costa de la del resto, pero no habrá de ser jamás paternalista ni tomar decisiones por el individuo que se encuentren dentro de la esfera privada. Su poder deberá estar limitado para que no pueda actuar en interés propio en contra del de la sociedad en su conjunto. Por esa misma razón, prosigue, la democracia es el mejor sistema político, precisamente por tener en cuenta la felicidad de la mayoría.
De lo aquí expuesto surge un gran dilema de difícil solución; y es que a la práctica definir qué pertenece a la esfera pública y qué pertenece a la esfera privada es muy complicado, hasta el punto que uno podría llegar defender que en realidad tales esferas no existen: en una sociedad democrática donde se respeten los derechos del ser humano y la igualdad como la defendida por Stuart Mill, ¿Tiene derecho una persona a conducir sin el cinturón de seguridad puesto? Si sufriera un accidente y resultara herida grave con lesiones de por vida por no llevar el cinturón, ¿No tendría que pagarle la pensión de incapacidad permanente y todos los gastos asociados la comunidad en su conjunto? ¿No le arruinaría la vida a sus familiares? ¿Y no ocurre algo semejante cuando una persona decide fumar o drogarse? ¿Debe interferir el Estado? Entonces, ¿Hasta qué punto puede entrometerse la sociedad en la vida del individuo?
Vea también: "La aventura del pensamiento: Bertrand Russell", "La aventura del pensamiento: David Hume", "La aventura del pensamiento: Auguste Comte", "La Perspectiva Científica", "El sesgo de realidad", "Philip Dru: Administrator: a Story of Tomorrow".