René Descartes nació en La Haye, Francia, en 1596. Hijo de nobles, estuvo bajo el mando de Maurice de Nassau (hijo de Guillermo de Orange-Nassau, bando protestante. Vea la Historia de Inglaterra) durante la Guerra de los Treinta Años y fue un partícipe más, como Leibniz, Karl Marx y muchos otros filósofos, de la lucha de la élite que hoy controla el mundo contra el Antiguo Régimen (Iglesia Católica y Monarquías absolutistas). Murió, probablemente envenenado, en casa del embajador francés en Estocolmo, tras ser invitado por la Reina Cristina de Suecia. Ésta poco tiempo después se convirtió al catolicismo.
Descartes pretendía hallar la verdad absoluta. Para conseguirlo, en primer lugar debía dudar de toda la realidad, y en segundo lugar desarrollar un medio para alcanzarla. Este medio fue el Método Cartesiano, que consta de cuatro reglas:
1) Evidencia. Detectar las ideas claras y distintas. Una idea clara es aquella que salta a la vista que es cierta, como que 1+1=2, y es distinta si es totalmente discernible e identificable.
2) Análisis. Descomponer y examinar con detalle las evidencias halladas.
3) Síntesis. A partir de las evidencias halladas, llegar a verdades más amplias.
4) Recapitulación. Repasar todo el proceso.
El método cartesiano, a diferencia de las ideas empiristas de John Locke o Hume, establece que uno puede llegar a la verdad únicamente con el uso de la razón, sin requerir en ningún momento de la experiencia.
Para llegar a comprender la realidad, Descartes establece toda una serie de argumentaciones metafísicas. La más conocida de ellas es el famoso "pienso luego existo"; Todo el contenido del pensamiento de uno puede ser falso, pero no es falso el hecho de pensar en sí mismo, lo que demuestra la existencia del Yo. Aunque hubiera un Genio Maligno capaz de engañarnos en todo lo que percibimos, nuestros pensamientos, a pesar de estar equivocados, no pueden ser falsos. Otras argumentaciones importantes son las encaminadas a demostrar la existencia de Dios (de una manera que constituye un ataque directo a las doctrinas de la Iglesia). El razonamiento que sigue es el siguiente: si uno duda, es imperfecto. Si fuera perfecto, no dudaría. La perfección no puede venir de la imperfección. La idea de perfección por lo tanto no puede surgir de un ser que duda, imperfecto. Así pues la idea de perfección solo puede ser puesta en la mente por un ser perfecto, Dios. El simple hecho de tener la idea de perfección en la cabeza, demuestra la existencia de Dios. De hecho, si Dios no existiera no podría ser perfecto, porque existir es más perfecto que no hacerlo.
Asimismo, distingue tres tipos distintos de sustancia: la sustancia pensante, es
decir, la mente; la sustancia extensa, refiréndose al cuerpo y lo material; por
último la sustancia perfecta, Dios. La conexión entre la sustancia
pensante y la sustancia extensa la encuentra en la glándula pineal,
que actuaría como puente entre ambas.
Descartes, además de sus contribuciones a las matemáticas y la físisca, también escribió un tratado defendiendo una teoría corpuscularista y el heliocentrismo, que no se atrevió a publicar al ver la condena impartida por la Santa Inquisición a Galileo. Junto a Leibniz, discutió sobre el desarrollo de un lenguaje universal.