viernes, 25 de septiembre de 2015

Grandes filósofos: Baruch de Spinoza

Baruch de Spinoza fue un filósofo de origen sefardí nacido en Ámsterdam, Países Bajos (territorio anglosajón), en 1.632. Nació en plena Guerra de los Treinta Años (1.618-1.648), confrontación que deriva de la lucha entre los anglosajones y la Iglesia Católica por el control del planeta. Fue criado en el seno de una familia acomodada judía que, víctima de las persecuciones, se vio obligada a huir primero de España a Portugal y, más tarde, a los Países Bajos. Es ahí precisamente donde Baruch recibe una formación religiosa ligada a la ortodoxia judía que orientará  todo su pensamiento a discutir y reformar la idea de Dios; con la intención de ayudar a sus compañeros de oficio y contribuir con sus escritos a derrocar al catolicismo y atacar la religión. Siendo él un agente del bando inglés, sus ideas provocarían que, con 24 años, fuera excomulgado de forma irreversible por su propia comunidad y tuviera que afrontar incluso diversos intentos de asesinato. Falleció con 44 años de edad, en 1.677, a consecuencia de una tuberculosis. Contemporáneo y amigo de René Descartes y Gottfried Leibniz, miembros de la élite que hoy controla el mundo, es considerado junto a ellos  como uno de los máximos representantes del racionalismo.

Partiendo de las definiciones de sustancia pensante (mente), sustancia extensa (cuerpo y mundo material) y sustancia perfecta (Dios) postuladas por Descartes, Spinoza concreta que en realidad las dos primeras forman parte de la tercera, que es la única sustancia  existente, estableciendo así que Dios no es un espíritu eterno sino que es el Todo, un cuerpo infinito y perfecto, la realidad en sí, el Universo, la naturaleza en su totalidad (panteísmo). Es decir, La Naturaleza es Dios (Deus sive Natura). Ello implica que todo lo que surge de la naturaleza (causa de sí misma y causa de todas las cosas o modos, que son infinitos) surge de Dios y que, por lo tanto, el pensamiento y la razón humana son una manifestación de Dios propiamente dicho (cuerpo y mente son parte de una misma cosa; teoría monista), que se piensa y se ama a sí mismo (amor intelectual).
Al igual que Descartes y que Leibniz, defiende la teoría corpuscularista según la cual la realidad en su conjunto estaría conformada por unidades más pequeñas estrechamente interconectadas entre sí y relativamente autónomas que van adoptando distintas disposiciones y configuraciones. Cada uno de estos cuerpos relativamente independientes está dotado del conato (apetito o deseo), que es la esencia del ser mismo, una especie de impulso o deseo de permanecer en la existencia que caracteriza a cada cosa singular, como lo es el mismo hombre. Estos cuerpos, además, pueden formar, si se agrupan, nuevos cuerpos (V.g. el cuerpo social), de manera que entre la colectividad y el individuo no hay separación alguna. Para Baruch cada ser humano es completado por el resto, en la medida que el cuerpo social es uno solo, un individuo colectivo.

"Cada cosa se esfuerza, en cuanto está en ella, por perseverar en su ser" - Baruch de Spinoza

En relación a su visión mecanicista del mundo, al estar el pensamiento también sujeto a las leyes de la Naturaleza, adopta una posición determinista y concluye que el ser humano carece de libre albedrío, si bien reconoce que la libertad humana puede aparecer en tanto que se reconoce este hecho; dicho en otras palabras, que el ser humano es capaz de alcanzar su libertad mediante la comprensión de la realidad y el saber, que se obtienen a través del estudio y la reflexión. Haciendo uso de la razón, consiguiendo entender los mecanismos y factores que nos condicionan como seres humanos, puede el individuo aprender a manejarlos y hacer uso de ellos conscientemente para autocondicionarse y dirigir con cierto grado de libertad sus propios actos y pensamientos.

Se considera como su obra más importante "La ética demostrada según el orden geométrico", en la que siguiendo el ejemplo del método euclidiano pretende deducir las leyes de la ética de forma objetiva y lógica, casi matemática. Spinoza determina que la inmortalidad del alma no es demostrable y que la Biblia debe estar sujeta a la libre interpretación del individuo. También critica el uso político y moral que se hace de Dios y a las instituciones y académicos responsables de que esto ocurra. Describe como una herramienta de control y sometimiento a toda moral que trate de definir lo que es el bien y lo que es el mal, pues el bien y el mal no existen sino que son meros productos de la mente humana. Lo que sí que existe, en cambio, es lo bueno y lo malo. Entiende por bueno todo aquello ajeno a su propio ser que le produce encuentros y composiciones (sensación de alegría), y por malo aquello que genera desencuentros y descomposiciones (pasiones tristes). Las pasiones, lejos de encarnar el mal y el pecado, pasan a ser constitutivas de la propia naturaleza humana.
Por último, respecto al mejor sistema político para regir la sociedad, defiende la democracia. El papel del Estado debe ser el de disponer el entorno de modo tal que todos los hombres tengan la oportunidad de alcanzar la libertad, algo que dependerá al fin y al cabo exclusivamente de cada persona.