domingo, 8 de enero de 2012

República Democrática del Congo: un conflicto invisible

La República Democrática del Congo (RDC) es uno de los países más ricos del mundo en recursos. Situado en África Central, encontramos todo tipo de minerales en abundancia como cobre, cobalto, casiterita, estaño, diamantes, oro...  El 80% de las reservas mundiales de coltán, un mineral raro necesario para confeccionar circuitos electrónicos indispensables para aparatos como móviles y ordenadores, se encuentran en este país. Además, la  importancia  geoestratégica de la zona, el corazón del continente, añade aún más valor a la región. Todo esto hace que, si sumamos los intereses de las grandes corporaciones occidentales y la corrupción existente en los gobiernos implicados, este país sea actualmente uno de los más pobres del planeta, contrariamente a lo que cabría esperar.

A pesar de que en 1960 la RDC proclamó su independencia y dejó de pertenecer a Bélgica, hoy en día el colonialismo occidental continúa siendo inherente al país.
En 1961, en el contexto de la Guerra Fría, el líder anticolonialista Patrice Lumumba, que recibía el apoyo de la URSS, fue asesinado por agentes de la CIA y del gobierno belga. En su lugar, las potencias occidentales colocaron a Mobutu Sese Seko, un dictador que restaría en el poder durante 32 años dejando un terrible legado de víctimas, crímenes contra la humanidad, saqueos y corrupción. Tras terminar la Guerra Fría a finales de los 80, Mobutu perdió su posición privilegiada como aliado occidental y se inició la decadencia de su régimen. Esta decadencia culminaría con la llegada de flujos masivos de refugiados hutus que provenían del conflicto de Ruanda. Paul Kagame, autor de grandes masacres hutus, había subido al poder en 1994 apoyado por EE.UU. tras atentar contra el avión en que viajaban los presidentes de Ruanda y Burundi. En 1996 aprovechó junto a Uganda, Occidente y la oposición la entrada masiva de hutus en la RDC que él mismo había provocado para derrocar al régimen de Mobutu y tomar el control de las minas. Al poder subió Laurent-Désiré Kabila, un traficante que al poco tiempo empezó a distanciarse de los intereses de Occidente. Después de las intensas revueltas de 1998 que condujeron hacia los acuerdos de Lusaka, Kabila fue asesinado en 2001. Le sustituyó  su hijo Jospeh Kabila, actual presidente de la RDC, mucho más dispuesto a favorecer a las grandes corporaciones y a establecer acuerdos. Jospeh se mantiene actualmente en el poder después de ser elegido en las elecciones de 2006 y reelegido en las de 2011.

Durante estos últimos años la RDC se encuentra en un período de gran inestabilidad en el que predomina una “tranquilidad” tensa. La zona nordeste del país se encuentra bajo el dominio de grupos rebeldes como la FDLR que poseen el control de las minas. Naciones Unidas coopera con el gobierno congoleño para hacer frente a estas milicias e intentar establecer en el país una estabilidad casi imposible de alcanzar. La situación pero no mejora. A pesar del gran contingente desplegado por la ONU ésta no parece estar muy dispuesta a evitar las atrocidades cometidas por los rebeldes ni el tráfico ilegal de recursos. Incluso las propias unidades del ejército congoleño y de la ONU son responsables de algunos de estos crímenes. Todos los recursos que la gente esclavizada por los rebeldes extrae de las minas son vendidos posteriormente a grandes corporaciones belgas, estadounidenses, de lo Países Bajos, etc. que los envían mayoritariamente a China. Este tráfico de minerales no está regulado y el mismo dinero que procede de ellos financia a los grupos rebeldes que los explotan. En China se confeccionan la gran mayoría de aparatos electrónicos que después serán distribuidos por el mundo entero y que enriquecerán únicamente a los países ricos, creando así un clima de gran desigualdad en este mundo.

Por ahora la mayor preocupación respecto la RDC son las elecciones celebradas el pasado 28 de noviembre de 2011.  Por un lado las elecciones suponen una oportunidad para construir nuevas instituciones más transparentes y responsables pero por el otro existe el gran riesgo de que vuelvan a aparecer grandes conflictos. Estas elecciones pueden ser utilizadas por ejemplo por la oposición para hablar de fraude electoral, desencadenando así fuertes disturbios y nuevas masacres. Los rebeldes pueden negociar una vuelta al poder e iniciar nuevos tiempos de guerra. Los problemas logísticos también han estado presentes, así como las discusiones acerca del calendario electoral. Es un momento de máxima tensión al que hay que prestar mucha atención.  A pesar de eso, aunque ya ha habido disturbios y asesinatos, no parece que se vaya a desencadenar otra gran guerra puesto que los intereses estadounidenses y de las corporaciones occidentales ya están bien cubiertos.
Mientras tanto las condiciones de vida de los congoleños siguen siendo pésimas. El índice de desarrollo humano continúa por los suelos,  el número de violaciones que se cometen es preocupante (una arma de guerra que caracteriza la RDC), las torturas, la violencia, el hambre, la higiene, las enfermedades como el cólera... Una tragedia invisible para el mundo occidental donde los mass media controlados por las grandes corporaciones no hacen eco de lo que allí ocurre.

Calbert