martes, 17 de enero de 2012

La naranja mecánica

“Por tanto hay una profunda diferencia entre La naranja mecánica que es conocida en Gran Bretaña y el volumen algo más delgado que lleva el mismo título en los Estados Unidos de América. [...] Ahora bien, cuando Stanley Kubrick rodó su película, aunque lo hizo en Inglaterra, siguió la versión norteamericana, y al público fuera de los Estados Unidos le pareció que la historia se acababa algo prematuramente. [...] La Naranja norteamericana o de Kubrick es una fábula; la británica o mundial es una novela” 

Con estas palabras Anthony Burgess nos relata como EE.UU ha censurado su libro, escrito en 1.962, suprimiendo el último de los 21 capítulos que lo constituyen, es decir, el desenlace. De la misma forma Stanley Kubrick basó su película en la versión norteamericana. De esta manera el mensaje que Burgess realmente nos quiere transmitir con su obra ha caído en el olvido después de que el film alcanzara la fama a nivel mundial.

¿Qué clase de mensaje contiene el volumen original que desencadenó su censura? ¿Cuán relevante es el capítulo 21 que es capaz de convertir una “fábula” en una “novela”? ¿Y qué clase de significado le otorga al libro que hace que cobre una nueva dimensión? ¿Qué es tan importante que los más poderosos temen que sepamos?

El término “naranja mecánica” hace referencia a “un organismo vivo que rebosa de jugo y dulzura” pero que no presenta una moralidad humana, sino mecánica.  La obra hace una profunda crítica a la sociedad, que es representada por un joven criminal con ansias de destrucción. “La violencia sin sentido es una prerrogativa de la juventud”. En el libro pero, a diferencia de la película de Kubrick, el protagonista crece: “Sin embargo, llega un momento en que la violencia se convierte en algo juvenil y aburrido. [...] Mi joven rufián siente de pronto, como una revelación, la necesidad de hacer algo en la vida [...] Es con una especie de vergüenza que este joven que está creciendo mira ese pasado de destrucción. Desea un futuro distinto”

Burgess aboga por un cambio de mentalidad y por un progreso moral “kennediano”, en contra de un pensamiento “nixoniano” “rígido", "pétreo" e "impenitente”. 

Calbert